Gran Incendio de Londres 1666
El Gran Incendio de Londres fue un gran incendio que arrasó la ciudad de Londres, Inglaterra desde el domingo 2 de septiembre hasta el miércoles 4 de septiembre de 1666. El fuego destruyó la ciudad medieval de Londres dentro de la vieja muralla romana de la ciudad. Amenazó, pero no llegó, al distrito aristocrático de Westminster, el Palacio de Whitehall de Carlos II, y la mayoría de los asentamientos suburbanos. Fue una de las mayores calamidades de la historia de Londres. Destruyó 13.200 casas, 87 iglesias parroquiales, 44 salones de la Livery Company, la Royal Exchange, la casa de aduanas, la Catedral de San Pablo, el ayuntamiento de Londres, el palacio correccional y otras prisiones de la ciudad, cuatro puentes sobre los ríos Támesis y Fleet, y tres puertas de la ciudad. Dejó a unas 80.000 personas sin hogar, un sexto de los habitantes de la ciudad en ese momento. La cifra de muertes por el incendio es desconocida, y se pensaba que había sido bastante pequeña porque solo algunas muertes fueron registradas. Este razonamiento ha sido desafiado recientemente considerando que las muertes de pobres y de personas de clase media no fueron registradas, y que el calor pudo haber incinerado a muchas víctimas sin dejar restos reconocibles. El fuego se desató en la mañana del domingo 2 de septiembre de 1666. Comenzó en Pudding Lane en la casa de Thomas Farynor, un panadero del rey Carlos II de Inglaterra y se extendió rápidamente. El uso de la principal técnica contra incendios de la época, la creación de cortafuegos por medio de demoliciones, era críticamente retrasado debido a indecisiones del alcalde de Londres, Sir Thomas Bloodworth. Para cuando fueron ordenadas las demoliciones a gran escala en la noche del domingo, el viento ya había convertido el fuego de la panadería en una tormenta ígnea que venció tales medidas. El lunes el fuego fue empujado al norte, en el corazón de la ciudad. El orden en las calles se rompió por los rumores de que extranjeros iniciaron los incendios. Las sospechas se centraron en los franceses y holandeses, los enemigos de Inglaterra de la Segunda Guerra Anglo-Holandesa en curso. Estos grupos de inmigrantes fueron víctimas de linchamientos y violencia callejera. El martes, el fuego se extendió por la mayor parte de la ciudad, destruyendo la Catedral de St Paul y pasando el río Fleet para amenazar a la corte de Carlos II en el Whitehall, mientras los esfuerzos coordinados en la lucha contra el fuego se movilizaban simultáneamente. La batalla para apagar el incendio se considera haber sido ganada por dos factores: los fuertes vientos del este se acabaron, y la guarnición de la Torre de Londres uso pólvora para crear cortafuegos efectivos para detener la extensión adicional del fuego hacia el este. Los problemas sociales y económicos originados por el desastre eran abrumadores. A pesar de numerosas propuestas radicales, Londres fue reconstruida esencialmente con el mismo plano de calles utilizado antes del incendio Londres en la década de 1660 Para la década de 1660, Londres era por mucho la mayor ciudad de Gran Bretaña, con una población estimada de medio millón de habitantes, más que las siguientes cincuenta ciudades de Inglaterra juntas. Comparando Londres con la magnificencia barroca de París, John Evelyn la llamó "una congestión norteña e inartificial de casas de madera", y expresó su preocupación sobre el riesgo de incendios por la madera y la congestión. Siendo un establecimiento romano durante cuatro siglos, Londres se había atestado cada vez más dentro de la muralla de la ciudad. También se había expandido hacia afuera, más allá de la muralla en suburbios como Shoreditch, Holborn y Southwark, y había alcanzado a incorporar físicamente a la ciudad independiente de Westminster A fines del siglo XVII, la ciudad en sí (el área delimitada por la muralla de la ciudad y el río Támesis) era solamente una porción de Londres, cubriendo 2,8 km², y hogar de cerca de 80.000 personas, un sexto de los habitantes de Londres. La ciudad estaba rodeada por un anillo de suburbios internos, donde vivían la mayoría de los londinenses. La ciudad era, como lo es ahora, el corazón comercial de la capital, el mayor mercado y el puerto más ocupado de Inglaterra. Dominada por las clases comerciantes y obreras.[6] La aristocracia evitaba la ciudad y vivía en el campo, más allá de los suburbios, o en el oeste, en el distrito exclusivo de Westminster, el sitio de la corte de Carlos II, en Whitehall. La gente rica siempre prefirió vivir a una distancia conveniente de la ciudad siempre congestionada, contaminada, insalubre, especialmente después de que fuera golpeada por la Gran Peste en 1665. La relación entre la ciudad y la corona era muy tensa. Durante la Revolución inglesa, 1642-1651, la ciudad de Londres fue un bastión del republicanismo, y el capital rico y económicamente dinámico todavía tenía el potencial para ser una amenaza para Carlos II, como lo demostraban varias sublevaciones republicanas en Londres al inicio de la década de 1660. Los magistrados de la ciudad eran de la generación que combatió en la guerra civil, y podían recordar como el deseo de poder absoluto de Carlos I llevó a ese trauma nacional.[7] Ellos determinaron frenar cualquier tendencia similar de su hijo, y cuando el incendio amenazó la ciudad, rechazaron la oferta de soldados y otros recursos que hizo Carlos II. Incluso en tal emergencia, la idea de tener tropas reales en la ciudad era dinamita política. En el momento en el que Carlos II asumió el comando del ineficaz alcalde, el incendio ya estaba fuera de control. Riesgos de incendios en la ciudad La ciudad era esencialmente medieval en su plano de calles, un laberinto atestado de estrechos y entreverados callejones. Ha experimentado varios incendios grandes antes de 1666, siendo el más reciente en 1632. Construir con madera y techo de paja estaba prohibido por siglos, pero estos materiales baratos continuaban utilizándose. La única gran área donde había construcciones de piedra era el centro rico de la ciudad, donde estaban las mansiones de los comerciantes, rodeadas por un anillo interno atestado de parroquias pobres donde cada pulgada de espacio para construcciones era utilizada para acomodar a la población que crecía rápidamente. Estas parroquias contenían lugares de trabajo, muchos de los cuales tenían altos riesgos de incendio (fundiciones, forjas, fábricas de vidrio) que eran teóricamente ilegales en la ciudad, pero toleradas en la práctica. Las habitaciones humanas mezcladas con esas fuentes de calor, chispas y contaminación estaban atestadas y diseñadas sin tomar medidas de los riesgos. Los "jetties" (construcciones medievales en donde un piso superior se proyecta más allá de las dimensiones del piso), eran características de las típicas viviendas de Londres. Estos edificios ocupaban poco espacio en el nivel del suelo, pero aumentaban su espacio en los pisos superiores como podían ser bien observados, "así como facilitan la conflagración, también obstaculizan el remedio", escribió un observador. Pero la conveniencia de los ciudadanos y la corrupción de los magistrados jugaron a favor de los jetties. En 1661, Carlos II publicó una proclamación que prohibía el sobresalimiento de ventanas y los "jetties", pero fue ignorado por el gobierno local. Luego Carlos dio un mensaje en 1665 advirtiendo el riesgo de incendios por la estrechez de las calles y autorizó el encarcelamiento de los constructores que no obedecieran y la demolición de edificios peligrosos. Tuvo muy poco impacto La orilla del río fue un área importante en el desarrollo del Gran Incendio. El Támesis ofrecía agua para los esfuerzos de combatir el incendio y la esperanza de escapar en barco, pero con los almacenes y sótanos de combustibles, los distritos más pobres a lo largo de la orilla presentaban el mayor riesgo de incendio. A lo largo de los muelles, las viviendas viejas de madera y las cabañas de papel de alquitrán de los pobres estaban ajustadas entre "viejos edificios de papel y el material más combustible de alquitrán, colofonia, cáñamo, resina y lino que estaban ubicados encima." Londres también estaba llena de pólvora, especialmente alrededor de la orilla. Mucha de esta pólvora fue dejada en los hogares de ciudadanos desde la Revolución inglesa, pues los miembros anteriores del New Model Army de Cromwell todavía conservaban sus mosquetes y la pólvora para cargarlos. Quinientas a seiscientas toneladas de pólvora fueron almacenadas en la Torre de Londres al norte del Puente de Londres. Los proveedores para barcos, a lo largo de los muelles, también tenían grandes reservas, almacenadas en barriles de madera. El puente de Londres, la única conexión física entre la ciudad y el sur del río Támesis, estaba cubierto de casas y había sido observado como un lugar peligroso en el incendio de 1632. El domingo al amanecer esas casas se quemaban, y Samuel Pepys, observando el desastre desde la Torre de Londres, manifestó gran preocupación por los amigos que vivían en el puente. Se temía que el fuego cruzara el puente para amenazar el borough de Southwark en el banco del sur, pero este peligro fue evitado por el espacio abierto entre los edificios en el puente, que actuó como cortafuegos. La muralla romana de 5,5 metros de alto encerraba la ciudad puso a los que huían en riesgo de quedar atrapados en el infierno. Una vez que el fuego llegó a la orilla y no era posible escapar en barco, la única forma de salir era a través de las ocho puertas de la muralla. Durante los primeros dos días pocas personas tenían la idea de huir en conjunto de la ciudad en llamas: quitarían las pertenencias que pudieran llevar a la "casa segura" más cercana, en muchos casos la iglesia de la parroquia, o los recintos de la Catedral de St. Paul, solo para tener que mudarse otra vez horas después. Algunos se mudaron con sus pertenencias "cuatro y cinco veces" en un solo día. Solo se percibió la necesidad de ir más allá de las paredes al final del lunes, y entonces habían escenas casi de pánico en las estrechas puertas, como refugiados angustiados intentando salir con sus paquetes, carretillas, caballos y carros. El factor crucial en la frustración de los esfuerzos de la lucha contra el fuego era la estrechez de las calles. Incluso en circunstancias normales, la mezcla de carretillas, carros, y peatones en los callejones de tamaño muy pequeños era propensa a sufrir frecuentes embotellamientos de tráfico. Además durante el incendio, los pasillos estaban bloqueados por refugiados que acampaban en ellos entre sus pertenencias rescatadas, o escapaban hacia afuera, lejos del centro de destrucción, por lo que los equipos de demolición y los carros de bomberos lucharon en vano para moverse dentro de ellos. Lucha contra incendios en el siglo XVII Los incendios eran comunes en la ciudad llena de construcciones de madera con sus chimeneas, velas, hornos y almacenes de combustibles. No había policía o cuerpos de bomberos para llamar, pero la milicia local de Londres conocida como la Train-band, estaba por lo menos en principio disponible para emergencias generales, y vigilar incendios era trabajo de los mil vigilantes que patrullaban las noches. Los procedimientos comunitarios independientes para ocuparse de los incendios tenían su lugar, y eran usualmente efectivos. Ciudadanos servidores eran alertados en caso de un peligroso incendio por repiques amortiguados en las campanas de las iglesias, y se juntaban precipitadamente para utilizar las técnicas disponibles, que consistían en demolición y agua. Por ley, la torre de cada iglesia parroquial debía tener equipamiento para esos trabajos: escaleras largas, cubetas de cuero, hachas, "firehooks" para echar abajo los edificios). A veces los edificios más altos eran echados a tierra rápidamente y con eficacia por medio de controladas explosiones con pólvora. Este método drástico para crear cortafuegos fue utilizado cada vez más hacia el final del Gran Incendio, e historiadores modernos creen que esto fue lo que finalmente ganó la lucha. Las demoliciones de las casas que se encontraban viento abajo de un peligroso incendio por medio de firehooks o explosivos eran a menudo una manera efectiva de contener la destrucción. Esta vez, sin embargo, las demoliciones fueron fatalmente retrasadas por horas por la ausencia de liderazgo del alcalde, y la falta de dar las órdenes necesarias. En el momento en que las órdenes vinieron directamente del rey para "no perdonar casas", el fuego había devorado muchas más casas, y los trabajadores de demolición ya no podían pasar a través de las congestionadas calles. El uso de agua para extinguir el fuego estuvo también frustrado. En principio, el agua estaba disponible por de un sistema de tuberías de olmo que la proveía a 30.000 casas por medio de un elevado tanque de agua en Cornhill, llenado del río en la marea alta, y también por medio de un depósito de agua de manantial de Hertfordshire, en Islignton. A menudo era posible abrir una tubería cerca de un edificio ardiendo y conectarla a una manguera para usarla en el incendio, o para llenar las cubetas. Además, Pudding Lane estaba cerca del río mismo. Teóricamente, todos los carriles hasta la panadería y los edificios colindantes con el río deberían haber sido ocupados por doble filas de bomberos pasando las cubetas llenas de agua hasta el fuego y las cubetas vacías devuelta hacia el río para llenarlas de nuevo. Esto no sucedió, o al menos ya no sucedía en el momento en el que Pepys vio el incendio desde el río a la media mañana del domingo. Pepys comentó en su diario como nadie trataba de apagarlo, sino que huían del incendio por el miedo, apresurándose para "llevar sus bienes, y dejar todo lo demás al fuego". Las llamas se arrastraron hacia la orilla con poca resistencia de la comunidad abrumada y pronto incendiaron los almacenes inflamables a lo largo de los muelles. La conflagración resultante no solo cortó a los bomberos el abastecimiento inmediato de agua del río, sino también incendió las ruedas de agua debajo del puente de Londres que bombeaba agua al tanque elevado de Cornhill; el acceso directo al río y el suministro de agua por medio de las tuberías fallaron juntos. Londres poseía tecnología avanzada de lucha contra el fuego bajo la forma de coches de bomberos, que habían sido utilizados en grandes incendios anteriores. Sin embargo, a diferencia de los útiles firehooks, esas grandes bombas raramente fueron lo suficientemente funcionales como para hacer mucho efecto. Solamente algunas tenían ruedas, otras estaban montadas sobre trineos sin ruedas. Tenían que ser traídos por un camino largo, tendiendo a llegar muy tarde, y, con fuentes de agua pero sin ninguna manguera entregada, tenían alcance limitado. En esta ocasión un número desconocido de coches de bomberos fueron rodando o arrastrados a través de las calles, algunos atravesando la ciudad. Las cañerías, que fueron diseñadas para disponer agua de ellas ya habían fallado, solamente partes del banco del río podían todavía ser alcanzadas. Como las cuadrillas de hombres intentaban desesperadamente maniobrar los coches hasta el río para llenar sus depósitos, muchos de los coches caían en el Támesis. El calor de las llamas era para entonces demasiado grande como para que los coches pudieran alcanzar una distancia útil; no podían llegar inclusive hasta el Pudding Lane. Desarrollo del incendio Las experiencias personales de muchos londinenses durante el incendio se pueden observar en cartas y memorias. Los dos diaristas más famosos de la restauración, Samuel Pepys (1633–1703) y John Evelyn (1620–1706), registraron los acontecimientos y sus propias reacciones día a día, e hicieron grandes esfuerzos para mantenerse informados sobre lo que sucedía por toda la ciudad y más allá. Por ejemplo, ambos viajaron el miércoles al área del parque de Moorfields al norte de la ciudad, para ver ahí el gran campamento de los angustiados refugiados, que les causó conmoción. Sus diarios son las fuentes más importantes para todas las narraciones modernas del desastre. Los libros más recientes del incendio, de Tinniswood (2003) y Hanson (2001), también confían en las breves memorias de William Taswell (1651–1682), quién era un colegial de 14 años en 1666. Después de dos veranos lluviosos en 1664 y 1665, Londres estaba bajo una excepcional sequía desde 1665, y los edificios de madera estaban resecos después del largo y caluroso verano de 1666. El fuego de la panadería en Pudding Lane se extendió al comienzo hacia el oeste, aventado por un vendaval del este. Domingo Un incendio estalló en la panadería de Thomas Farriner en Pudding Lane poco después de la medianoche el domingo, 2 de septiembre. La familia estaba atrapada arriba, pero logró escapar por una ventana a la casa de al lado, excepto una sirvienta que estaba muy asustada para intentarlo, y fue la primera víctima. Los vecinos trataron de ayudar a apagar el fuego; luego de una hora llegaron los guardias de la parroquia y consideraron que lo mejor era demoler las casas colindantes para prevenir que el fuego se propagara más. Los ocupantes de las casas se opusieron, y el lord mayor Sir Thomas Bloodworth, el único con autoridad para anular la decisión de los ocupantes, fue convocado. Cuando Bloodworth llegó, las llamas estaban consumiendo las casas colindantes y se arrastraban hacia los almacenes de papel y los depósitos inflamables en la orilla del río. Los bomberos más experimentados clamaban por la demolición, pero Bloodworth se negó, con el argumento de que la mayoría de las premisas eran alquiladas y los dueños no podían ser encontrados. Se piensa generalmente que Bloodworth fue designado al puesto de lord mayor por ser hombre de sí, más que por tener las capacidades necesarias para ese trabajo; el entró en pánico cuando se encontró de frente con una emergencia repentina. Presionado, hizo el comentario citado a menudo "Pish! Una mujer podría orinar encima", y se retiró. Después de que la ciudad hubiera sido destruida, Samuel Pepys, mirando hacia atrás en los acontecimientos, escribió en su diario el 7 de septiembre de 1666: "Gente de todo el mundo grita por la ingenuidad (la estupidez) de mi lord mayor en general; y más particularmente en este asunto del incendio, echándolo toda la culpa a él". Alrededor de las 7 de la mañana del domingo, Pepys, que era un funcionario importante de la oficina de la armada, subió a la torre de Londres para obtener una vista aérea del incendio, y registró en su diario que el vendaval del este lo había convertido en una conflagración. Se habían quemado varias iglesias y, el estimaba, 300 casas, alcanzó la orilla del río. Las casas en el puente de Londres se estaban quemando. Tomando un barco para examinar la destrucción alrededor del Pudding Lane de cerca, Pepys describió un incendio "lamentable", "todos estaban intentando sacar sus bienes, y arrojándolos al río o trayéndolos a las gabarras; la gente pobre se quedaban en sus casas hasta que el incendio los tocó, y entonces corrieron a los barcos, o trepaban por un par de escaleras de un lado del río al otro". Pepys continuó hacia el oeste por el río a la corte de Whitehall, "donde la gente venía sobre mi, y le daba el relato consternándolos a todos, y el mensaje fue enviado al rey. Entonces fui llamado, y le conté al rey y al duque de York lo que vi, y que a menos que su majestad ordenara que las casas se tiren abajo nada podría detener el incendio. Ellos parecían muy preocupados, y el rey me ordenó que vaya a donde mi lord mayor de parte suya, y ordenarlo a no perdonar casas, sino tirarlas abajo antes del incendio de cualquier forma". El hermano de Carlos Jacobo, duque de York, ofreció la ayuda de los guardias reales para combatir el incendio. Una milla al oeste de Pudding Lane, por las escaleras de Westminster, el joven William Taswell, un colegial que estaba saliendo del servicio de mañana en la Abadía de Westminster, vio llegar a algunos refugiados en gabarras ligeras, sin ropas y cubiertos solamente con mantas. Los servicios de los transportistas repentinamente habían llegado a ser extremadamente costosos, y solamente los refugiados más afortunados aseguraban un lugar en el barco. El fuego se expandió rápidamente en el fuerte viento. Para la media mañana del domingo, las personas abandonaron los intentos de apagar el incendio y huyeron; la masa humana móvil y sus paquetes y carros volvieron los carriles intransitables para los bomberos y carruajes. Pepys tomó un carruaje para volver a la ciudad desde el Whitehall, pero solamente llegó hasta la Catedral de St. Paul antes de tener que salir y caminar. Carretillas con bienes y peatones todavía estaban en movimiento, alejándose del fuego, pesadamente sobrecargados. Las iglesias de las parroquias no amenazadas directamente se llenaban de muebles y objetos de valor, que pronto tendrían que ser movidos más lejos. Pepys encontró al alcalde Bloodworth tratando de coordinar los esfuerzos para combatir el incendio y cerca del colapso, "como una mujer desmayándose", gritando afligidamente en respuesta al mensaje del rey que el estaba echando abajo casas. "Pero el fuego nos alcanza más rápido de lo que podemos hacerlo". Aferrándose a su dignidad cívica, rechazó la oferta de soldados de Jacobo y después se fue a su casa a dormir. Carlos navegó desde el Whitehall en la barcaza real para inspeccionar la escena. Encontró que las casas todavía no eran derrumbadas a pesar de lo que aseguró Bloodworth a Pepys, y eliminó la autoridad de Bloodworth para ordenar demoliciones a gran escala en la zona oeste del incendio. El retraso hizo inútiles en gran parte esas medidas en gran parte, el incendio ya estaba fuera de control. Por la tarde del domingo, 18 horas después de que fue dada la alarma en Pudding Lane, el fuego se volvió una furiosa tormenta ígnea que creó su propio clima. Una tremenda ráfaga de aire caliente sobre las llamas conducida por el efecto chimenea en dónde las construcciones limitaban la corriente de aire y dejaban un vacío al nivel del suelo. Los fuertes vientos internos resultantes no tendían a apagar el fuego, como probablemente se pensaba; en lugar de eso, añadieron oxígeno fresco a las llamas, y la turbulencia creada por las llamas hizo que el viento se desviara irregularmente hacia el norte y el sur de la dirección principal (este) del vendaval que aún soplaba. Por la tarde temprana, con su esposa y algunos amigos, Pepys fue otra vez al río. Pidieron al conductor del barco para ir "lo más cerca del incendio que podamos ir por el humo; y por todo el Támesis, con una cara en el viento, casi te quemabas con una ducha de gotas de fuego". Cuando las "gotas de fuego" se volvieron insoportables, el grupo fue a un bar en el banco del sur y se quedó allí hasta que la vino oscuridad y pudieron ver el fuego en el puente de Londres y al otro lado del río, "como sólo un arco entero de fuego desde este al otro lado del puente, y en un lazo sobre la colina para un arco de más de una milla de largo, me hizo llorar verlo". Lunes Al amanecer del lunes, 3 de septiembre, el incendio se expandía principalmente al norte y al oeste, la turbulencia de la tormenta ígnea empujó las llamas más al norte y más al sur del día anterior. El empuje hacia el sur fue principalmente parado por el río mismo, pero quemó las casas en el puente de Londres, y amenazaba con cruzar el puente y poner en peligro la ciudad de Southwark al sur del banco del río. Southwark fue salvado por un cortafuegos pre-existente en el puente, un gran hueco entre los edificios que salvó el lado sur del Támesis en el incendio de 1632 y ahora lo hizo de nuevo. El empuje correspondientes hacia el norte condujo las llamas en el corazón de la ciudad. Varios observadores enfatizan la desesperación y el desamparo que se veía en los londinenses en este segundo día, y la falta de esfuerzos para salvar los distritos ricos que ya estaban siendo amenazados por las llamas, tales como la Royal Exchange (bolsa de valores y centro comercial) y las opulentas tiendas de bienes de consumo en Cheapside. La Royal Exchange se incendió al final de la tarde, y era un esqueleto humeante después de unas pocas horas. John Evelyn, cortesano y diarista, escribió: La conflagración era tan universal, y las personas tan estupefactas, desde el inicio, yo no se si por abatimiento o por destino, ellos apenas se movieron para apagarlo, de modo que no había nada para escuchar o ver sino gritos y lamentaciones, corriendo alrededor como criaturas distraídas sin ningún intento incluso de salvar sus bienes, como si una rara consternación estuviera encima de ellos. Sucesos Es probable que el fuego haya comenzado porque Farynor olvidó apagar su horno antes de irse a descansar y poco tiempo después de la medianoche, rescoldos aún llameantes en el horno hubiesen encendido la leña que estaba cerca. Farynor y su familia lograron escapar del edificio en llamas, escalando por una ventana superior. La criada del panadero no pudo escapar y se convirtió en la primera víctima del incendio. Una hora después de haber comenzado, el alcalde de Londres, Sir Thomas Bloodworth, fue despertado con la noticia, pero no le dio mucha importancia. La mayoría de los edificios en Londres en ese momento estaban construidos de materiales altamente combustibles como madera y paja, y las llamas que emanaban de la panadería cayeron en las construcciones adyacentes. Esparcidas por un fuerte viento del este, una vez que el fuego caló se propagó rápidamente. La propagación del fuego se vio ayudada por el hecho de que los edificios estaban construidos muy cerca, con apenas un estrecho callejón entre ellos. El progreso del incendio se pudo haber detenido si no hubiera sido por la conducta del alcalde, quien se rehusó a ordenar el derribamiento de algunas casas, "sin el consentimiento de sus dueños". Los cubos de agua no servían debido al estado limitado de las calles. Destrucción El fuego consumió la asombrosa cifra de 13.200 casas y 87 iglesias, entre ellas, la muy querida Catedral de San Pablo, que en ese tiempo era la Iglesia de St. Paul. Aunque sólo 9–16 personas fueron reportadas como muertas en el incendio, el autor Neil Hanson (The Dreadful Judgement) cree que la verdadera cifra asciende a cientos. Hanson cree que la mayoría de las víctimas fatales eran personas pobres cuyos cuerpos fueron incinerados por el intenso calor del fuego, y por ende sus restos nunca fueron hallados. Sin embargo, estas afirmaciones son controvertidas. Se cree que la furia destructiva de este desastre accidental nunca se ha superado en el mundo. Dentro de las murallas, consumió casi cinco sextos de la ciudad; y fuera de las murallas, despejó un espacio casi tan amplio como una sexta parte que quedó sin quemar dentro. Apenas un sólo edificio que estaba dentro del área de las llamas quedó de pie. En el resumen del informe de esta gran devastación, ofrecido en una de las inscripciones en el Monumento al Gran Incendio de Londres, y que fue preparado de los reportes de los evaluados nombrados después del incendio, se afirma que: Las ruinas de la ciudad fueron 436 acres (1,8 km²), a saber 333 acres (1,3 km²) dentro de las murallas, y 63 acres (255.000 m²) en los albedríos de la ciudad; que, de los 26 barrios, finalmente quedaron destruidos 15, y otros 8 quedaron destrozados y medio quemados ; y que consumió 400 calles, 13.200 viviendas, 89 iglesias [además de capillas]; 4 de las puertas de la ciudad, el ayuntamiento, muchas estructuras públicas, hospitales, escuelas, bibliotecas y un amplio número de edificios majestuosos. El valor de la propiedad destruida en el incendio se ha estimado en más de 10 millones de libras esterlinas. Así como los edificios, esto incluyó tesoros irremplazables como pinturas y libros. A pesar de la inmediata destrucción causada por el incendio, no obstante se afirma que sus efectos remotos han beneficiado a las generaciones subsiguientes: por ejemplo, terminó con la epidemia de la Gran Plaga de Londres que en gran medida declinó en 1666, y que cobró la vida de 68.590 personas el año anterior. También condujo a la construcción de algunos nuevos edificios notables como la nueva Catedral de St. Paul. Efectos y consecuencias Después del incendio se corrió el rumor de que el fuego fue parte de un complot de la Iglesia Católica Romana. Un ingenuo relojero francés llamado Robert "Lucky" Hubert, confesó (posiblemente bajo tortura) ser un agente del Papa y de haber iniciado el incendio en Westminster. Posteriormente cambió la versión para decir que lo había comenzado en la panadería de Pudding Lane. Fue sentenciado, a pesar de la abrumadora evidencia de que no pudo haber iniciado el fuego, y fue ahorcado en Tyburn, Londres, el 28 de septiembre de 1666. Christopher Wren fue el encargado de reconstuir la ciudad después del incendio. Sus planes originales implicaban reconstruir la ciudad en ladrillo y piedra en un plano entramado con plazas continentales y avenidas. Pero como muchos edificios habían sobrevivido a nivel de su base, las disputas legales acerca de la propiedad de la tierra pusieron fin a la idea de plano entramado. Desde 1667, el Parlamento recaudó fondos para reconstruir Londres al pechar el carbón y eventualmente la ciudad fue reconstruida a su actual plano de calles, pero esta vez fue erigida con ladrillos y piedra y con mejores accesos y sistemas sanitarios. Esta es la principal razón por la que la Londres actual es una ciudad moderna, aunque con diseño medieval en sus calles. Christopher Wren también reconstruyó la Catedral de San Pablo once años después del incendio. Existen dos puntos en concreto que recuerdan el Incendio. Uno es el Monumento al Gran Incendio de Londres, una columna de más de 60 metros de altura que da unas preciosas vistas de la ciudad; recuerda el punto donde se inició el incendio. El otro es el Golden Boy of Pye Corner, que remarca el punto donde terminó.
No hay comentarios:
Publicar un comentario