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En El Piñal (Foto Fraiban R.)

Cinco grandes mentiras sobre el 11-S


Cinco grandes mentiras sobre el 11-S

                                                                                  Renán Vega Cantor

“La verdad está tan ensombrecida en estos tiempos, y la mentira tan extendida, que, si no amamos la verdad, no sabremos reconocerla”.                            
                                                                                                   Blaise Pascal

Por estos días se repite la versión oficial de los gobernantes de los Estados Unidos sobre los atentados del 11 de septiembre de 2001. Los medios de comunicación de todo el mundo -como loros amaestrados- repiten dicha versión, sin cuestionarla en lo más mínimo y dándola por cierta. Todas las críticas a la versión oficial, debidamente argumentadas y con sólidos fundamentos, son acalladas con el calificativo ligero de que se trata de ‘teorías conspirativas’. Decir esto en realidad es un chiste de quinta categoría, porque si hay alguna teoría conspirativa difícil de creer, es la que desde el mismo día de los acontecimientos dio el gobierno de George Bush II. Esa versión, en pocas palabras, afirma que varios terroristas de la red Al Qaeda, dirigida por Osama Ben Laden, secuestraron cuatro aviones que mantuvieron en su poder durante dos horas volando en el espacio aéreo de los Estados Unidos y luego los estrellaron contra el World Trade Center y el Pentágono. Como resultado del impacto de los aviones se derrumbaron las torres gemelas y fue averiada la parte baja del edificio del Pentágono. Esta historia contiene tantas mentiras que es casi imposible encontrar en la historia de la humanidad una patraña semejante, plena de falsedad y manipulación. Por todo esto, es necesario recordar algunas de esas grandes mentiras.

PRIMERA MENTIRA:  Los atentados del 11 S fueron organizados por Al Qaeda, dirigida por Osama Ben Laden.

Es significativo que a pocas horas de los atentados se supiera con tanta claridad, y sin realizar ninguna investigación independiente, que el organizador de los atentados fuera el magnate de Arabia Saudita Osama Ben Laden y una pretendida red terrorista bautizada como Al Qaeda. Para comenzar, Osama Ben Laden fue preparado y financiado por la CIA desde los tiempos de los muhadines en Afganistán y el 10 de septiembre de 2001, el día anterior a los atentados, como está debidamente probado, estaba hospitalizado en un centro médico de la CIA en Rawalpindi, una ciudad de Pakistán, reponiéndose de un problema renal.  En cuanto Al Qaeda se refiere, resulta difícil creer en su existencia independiente, es decir, cómo una red terrorista con ramificaciones mundiales que puede atentar contra intereses de Estados Unidos casi en cualquier lugar del planeta. Eso es algo imposible de realizar en nuestro tiempo, al margen del apoyo de un poderoso Estado, en razón de lo cual no se requiere mucha imaginación para concluir que Al Qaeda es un invento de la CIA u otro nombre en clave de la CIA. Adicionalmente, el propio Ben Laden negó en varias ocasiones ser el responsable de los atentados y la voz que en una oportunidad se los atribuyó era una burda falsificación, realizada por servicios secretos de los Estados Unidos. Otro hecho adicional que cuestiona la responsabilidad del millonario Saudita radica en afirmar que desde unas cavernas de Afganistán, sin ningún medio de comunicación y sin poder disponer de grandes cantidades de dinero, urdió, financió y preparó durante años los atentados del 11 S y estos se realizaron de una forma tan elemental: unos piratas secuestraron cuatro aviones y lo hicieron usando los cuchillos y los tenedores del propio servicio de cafetería de las aeronaves. Todo este quantum es algo insostenible en estos tiempos de control tecnológico y financiero casi absoluto.

SEGUNDA MENTIRA: Varios comandos suicidas, formados por 19 terroristas islámicos, secuestraron cuatro aviones y los hicieron estrellar contra los objetivos escogidos, el World Trade Center y el Pentágono.

Resulta patético constatar que el mismo día de los atentados se estableciera con precisión la identidad de los responsables y además se descubriera que esos individuos habían preparado las acciones terroristas, en propio suelo de los Estados Unidos, durante varios meses. ¿Cómo así que se les identifica fácil y rápidamente luego de los atentados, pero nunca se les detectó cuando vivían en Estados Unidos, donde se matricularon en cursos de aviación? De los 19 aeropiratas que, según dijeron las propias autoridades de los Estados Unidos, secuestraron los aviones y se inmolaron con ellos, seis están con vida. Se podría argüir que sólo es una coincidencia de homónimos. Sin embargo, los nombres de los supuestos terroristas venían acompañados de fotografías y de datos personales muy precisos, que no dejaban ninguna duda sobre la identidad de los acusados. La información sobre los seis supuestos piratas que sobrevivieron a las acusaciones, fue suministrada por la BBC de Londres el 23 de septiembre de 2001. ¿Y si eso es así, por qué la versión oficial de los Estados Unidos nunca se modificó y sigue sosteniendo el estribillo de los 19 terroristas árabes que estrellaron los aviones?

Otros datos reveladores tienen que ver con la preparación que efectuaron los supuestos terroristas suicidas en escuelas de aviación de los Estados Unidos. Testimonios tanto de instructores como de otras personas que participaban en esos cursos son reiterativos en señalar que aquéllos eran tan torpes, sin ninguna actitud práctica para maniobrar una aeronave, que difícilmente podrían manejar un avión de juguete. Y sobre individuos tan limitados se nos ha dicho que fueron capaces de mantener durante dos horas unos aviones secuestrados en el espacio aéreo de los Estados Unidos  -el más militarizado del mundo- y, con una impresionante precisión y frialdad, realizaron maniobras que sólo hubieran podido efectuar pilotos expertos, tales como estrellarlos contra las torres gemelas. Un dato complementario que no deja de sorprender radica en que dos de los supuestos secuestradores fueron entrenados en la Estación Aérea de la Marina de Estados Unidos en Pensacola, Florida. ¿Qué puede pensarse de esto?

TERCERA MENTIRA: Las torres gemelas del World Trade Center se derrumbaron como resultado del impacto de dos aviones, en horas de la mañana del 11 S.

Tal vez las imágenes más vistas en la historia de la humanidad corresponden al momento en que se estrellaban los aviones contra las torres del WTC y al rato empezaron a caer, como si fuesen de juguete, esas gigantescas construcciones. Al ver esto, de manera inmediata se asocia la caída con el impacto, eso es lo que capta nuestro sentido común, algo que en apariencia no puede ser discutido. Pero vaya engaño, porque no ha sido la primera vez en la historia que algún avión se ha estrellado contra edificios y estos no se han derrumbado,  aunque si se han incendiado en la zona del impacto.  Como es apenas normal un terrible choque, como el causado por grandes aviones, tiene que afectar esas construcciones, pero no al punto de derribarlas como si fueran castillos de naipes.

Hoy se sabe con exactitud que la demolición no fue producida por el choque, sino por una deflagración preparada de antemano y que se hizo coincidir con el impacto de los dos aviones. Equipos de arquitectos, ingenieros, expertos en explosivos han estado averiguando lo que sucedió y en diversos estudios han concluido que era físicamente imposible que las torres se fueran al piso como resultado del choque, porque las temperaturas que se produjeron tras el impacto no alcanzaron el nivel necesario para fundir o debilitar la estructura de acero que sostenía los edificios, y porque, salvo las demoliciones controladas,  nunca antes  -ni después-  se ha visto una caída libre en la que los pisos inferiores, con todo su peso en hormigón y acero, no ofrecieran ninguna resistencia a los pisos de arriba.

Si eso no era posible, entonces algo diferente provocó el derrumbe y eso fue una explosión.  Para ello se utilizó un explosivo llamado nanotermita que si se combina con algún oxidante puede cortar el acero en segundos, como si se tratara de mantequilla caliente.  En efecto,  residuos de ese explosivo fueron encontrados en el polvo cercano al lugar donde estaban las torres.  Además, la nanotermita produce un color similar al que se desprendió en el momento del choque contra la torre 2. Una cuestión complementaria indica que ese explosivo tan sofisticado sólo puede ser manejado en los Estados Unidos por sectores ligados al complejo militar. Como lo ha dicho el científico danés Niels Harrit, quien comprobó sin ninguna duda que en los atentados se empleó nanotermita: “Esta sustancia ha sido únicamente preparada a través de contratos militares, en Estados Unidos y probablemente en los principales países aliados. Proviene de una investigación militar secreta y con seguridad no fue preparada en alguna cueva de Afganistán…”

Pero como si todo esto fuera poco, lo más contundente e inexplicable en la versión oficial está relacionado con el hecho indiscutible que, en realidad, no fueron dos sino tres los edificios que se cayeron en el complejo del WTC. En efecto, a las 5 y 30 de la tarde del 11 S, o sea, 9 horas después de la caída libre de las dos torres principales, se derrumbó la llamada Torre 7, situada a escasos 100 metros de la torre norte, siendo que contra ella no se estrelló ningún avión. ¿Por qué esa misteriosa Torre 7, de unos 47 pisos, se fue a tierra si no recibió impacto alguno? ¿Por qué se cayó muchas horas después del choque de los dos aviones y de manera similar como si fuera producto de una demolición? Es obvio que este suceso no puede ser explicado en el contexto de la “teoría oficial” del 11 S,  y por eso proceden a ocultarlo,  y por ello nadie habla de esa ‘incómoda’  Torre 7.

CUARTA MENTIRA:  El Pentágono fue impactado por un avión comercial poco después del ataque a las Torres Gemelas.

Esta afirmación no se sostiene de ninguna manera, porque resulta imposible que en este caso hayan dejado de operar las leyes físicas al suponer que el choque fue de tal magnitud que todo se pulverizó hasta desaparecer por completo. Porque, en efecto, del pretendido avión no quedaron restos ni huellas de ningún tipo, ni partes de los cuerpos de la tripulación o de los pasajeros. No quedó nada, ni vidrios, ni cauchos,  ni los metales de los que están hechos los aviones,  ni los motores,  ni las cajas negras,  las que  -según la versión oficial-,  se fundieron. Lo raro del caso estriba en que cuando se produce un accidente de avión quedan desperdigados a cientos de metros, restos del fuselaje, de los asientos y de las maletas de los viajeros. Al mismo tiempo, diversas pruebas fotográficas, imágenes y testimonios comprueban que es físicamente imposible que un avión se hubiera estrellado contra el Pentágono, porque cómo explicar que un Boeing de cien toneladas de peso, de 38 metros de largo, y 13,60 metros de alto a una velocidad de 800 kilómetros por hora se clavara contra el piso y sólo provocara un orificio de unos 5 metros de diámetro y el césped que se encontraba a la entrada de esa ala del edificio, quedara completamente intacto.

Esto no quiere decir, desde luego, que el Pentágono no hubiera sido impactado. Claro que lo fue.  Pero no por un avión, sino por un misil, como lo prueba el tamaño del orificio de entrada y el tipo de daños que produjo, ya que atravesó por lo menos seis muros de hormigón.  ¿Si fue un misil, por qué se sostiene,  sin ningún tipo de evidencias,  que fue un avión el que se estrelló contra el Pentágono?  ¿Qué pasó en realidad con el Boeing 757 que había sido secuestrado una hora antes?  ¿Cómo lo hicieron desaparecer? ¿Qué les aconteció a sus tripulantes y pasajeros?  Donald Rumsfeld, Halcón de Guerra y Secretario de Defensa de los Estados Unidos, en el momento del ataque al Pentágono dijo, en forma textual,  el 12 de octubre de 2001,  que un “misil se estrelló y dañó este edificio”.  ¿Sólo un lapsus o una confesión de parte?

QUINTA MENTIRA: Un cuarto avión que fue secuestrado y que iba a ser estrellado contra un objetivo determinado,  se estrelló porque sus pasajeros se sublevaron e impidieron que se realizara el atentado previsto.

Como la versión que se impuso sobre los atentados se hizo copiando los guiones de baja calidad de la industria cinematográfica de Hollywood, no podía  faltar  la  nota sentimentaloide  y  heroica,   sobre  el  sacrificio  que      -supuestamente- llevaron a cabo unos estadounidenses durante los trágicos sucesos del 11 S.  Al respecto se sostuvo que el cuarto avión secuestrado,  el vuelo 93 de United Airlines, se había estrellado en Pensilvania por la acción decidida de los pasajeros. La pretendida prueba de esta aseveración:  varias llamadas telefónicas hechas desde los teléfonos celulares que portaban los pasajeros del avión en donde le contaban a sus familiares en tierra lo que estaba aconteciendo en su terrible odisea aérea.  Esas llamadas se hicieron cuando el avión volaba a 10 mil metros de altitud.  Como parte de un pésimo guión hollywoodense el invento está muy bien, el único problema es que es falso de principio a fin, porque sencillamente en el 2001 las técnicas de telefonía celular por entonces existentes no permitían que se realizaran comunicaciones a esa altura.
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Las afirmaciones centrales de la versión dominante sobre lo que pasó el 11 S son falsas de principio a fin, hasta el punto de que se han encontrado 145 mentiras e inexactitudes en uno de los informes oficiales sobre esos atentados.  Esto no nos sorprende,  porque Estados Unidos ha hecho suya la máxima nazista que reza que una mentira de tanto ser repetida se convierte en verdad. Además, y esto es lo importante, el 11 S se convirtió en el pretexto añorado por el imperialismo estadounidense que le ha permitido, con la compañía de todos sus lacayos y sirvientes en el planeta, invadir, bombardear y masacrar pueblos, para apropiarse de su petróleo  y  recursos naturales, a nombre de la “guerra contra el terrorismo”, que según los anuncios de los ideólogos del terror infinito va a durar cien años, lo cual quiere decir que al planeta le esperan otros noventa años de “conmoción y pavor”.

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