Trabajando!!

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En El Piñal (Foto Fraiban R.)

Cuando los bomberos dejen de dar lástima


Cuando los bomberos dejen de dar lástima
La profesión de bombero, es quizá la más admirada y deseada por los niños, quienes en todo el mundo y en gran cantidad, coinciden en querer ser bomberos al crecer, pero en Venezuela, esta idea se les borra de la cabeza en la medida en que se hacen adultos.
Los niños, luego adolescentes y jóvenes, ven como estos funcionarios son la cenicienta de la administración pública criolla de todos los tiempos, con malos sueldos, peores beneficios y muy mal equipamiento, realidad invariable en los últimos 20 o 30 años en la mayoría de las ciudades del país.
Pese a que la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela consagra a esta importante institución en su artículo 332, la Ley de Coordinación de Seguridad Ciudadana los designa como el órgano de primera respuesta ante emergencias y la Ley de Bomberas y Bomberos y Administración de Emergencias de Carácter Civil indica sus necesidades, competencias y dependencias, esto termina siendo letra muerta.
En el estado Bolívar, de once municipios sólo cinco cuentan con un Cuerpo de Bomberos Municipales, el de más reciente creación en el municipio Roscio, que inició operaciones con una dotación bastante aceptable gracias a un grupo de entusiastas y un alcalde que entendió la creciente necesidad de contar con estos servidores públicos prestos las 24 horas del día y con buen equipamiento.
El resto de los Bomberos Municipales guayaneses,  los de Heres, Caroní, Piar y Sifontes más que salvar vidas, batallan por subsistir a sus propias miserias ante la absoluta indolencia de las autoridades, llegando incluso al punto de apagar incendios con tobos, trasladar heridos en cola o hacer radiomaratones y rifas para comprar un repuesto que les permita poner a andar el viejo y único camión contra incendios que tienen (caso Sifontes).
Aunque estas instituciones son una competencia concurrente de gobernaciones y alcaldías, si son dependencia directa de las municipalidades, como ocurre en Bolívar, la gobernación se lava las manos y se niega a apoyarlas, sobre todo por motivos políticos, lo que ha contribuido a que los municipios más poblados; Caroní y Heres, carezcan de una capacidad de respuesta mínima ante emergencias simples, no digamos desastres.
Todo esto ocurre en un país petrolero, en el que pese al alto precio del barril petrolero, sus bomberos mendigan para un uniforme o una litera para dormir, y que el único apoyo material recibido del Gobierno Nacional en 14 años, fue la adquisición de 100  pick up chinas en 2012, entregadas en plena campaña electoral acompañadas de una promesa de adquirir camiones contra incendios para los bomberos peor equipados, lo cual hasta la fecha se quedó solo en el anuncio.

Bomberos no dan votos
Cuando los venezolanos piden seguridad, en el imaginario colectivo visualizan patrullas policiales, oficiales armados vigilando las calles y librándolos del crimen que los azota, nunca jamás, y enfatizo en la palabra nunca, piensan en ambulancias, camiones de bomberos o que el Estado construya un cuartel bomberil en su barrio o urbanización.
De allí que, para los gobernantes, más si son populistas y piensan en la inversión de cada recurso público de acuerdo al beneficio electoral que esto les producirá, y no en una visión integral de seguridad y respeto por la vida de sus gobernados y peor aún, la vida propia o de sus familiares cercanos que pueden requerirlo, invertir en bomberos no da votos.
A estos políticos que calculan en base al poco beneficio electoral o ¿electorero? de dignificar a una institución cuyas carencias afectan a todos, vale recordarles que William Lara, para entonces gobernador de Guárico, murió en un accidente de tránsito, al igual que la primera dama del estado Mérida cuando era gobernador por Florencio Porras, quien cinco años después perdió a un hijo en iguales circunstancias.
El ex gobernador de Sucre, Enrique Maestre, sufrió un volcamiento del que sobrevivió, el ex mandatario de Táchira, Cesar Pérez Vivas, pasó el susto de su vida al accidentarse el helicóptero en el que volaba, y el alcalde  de Boconó pereció ahogado en una playa de Margarita.
Con estos ejemplos, solo quiero hacerle ver a quienes nos gobiernan, que ellos, tan indolentes siempre con los bomberos, pueden llegar a necesitarlos, y que este no es un “gasto” sino una inversión para la que en Venezuela más que dinero, ha faltado voluntad política.

Honor compartido
La crisis de nuestros cuerpos de bomberos tiene su principal responsable en los venezolanos, que nos acordamos de ellos solo a la hora de una emergencia, dándoles un honor que solo lo comparten con Dios, pues en los peores momentos la gente grita “Dios mío, llamen a los bomberos…”.
De resto estos funcionarios, quienes también tienen familia, son totalmente ignorados tanto por quienes deben garantizarles seguridad social, capacitación constante, progreso y herramientas para cumplir su trabajo, como por los ciudadanos a quienes deben proteger.
El más noble propósito, el de salvar vidas a riesgo de la propia, el de exponerse a llamas, accidentes, alturas, profundidades y violencia, no paga al menos con la gratitud del pueblo al que sirven.
Esto se evidencia en agresiones porque “se tardaron mucho”, en los insultos porque de nada sirvió lo que hicieron, o en la burla debido a que se les accidentó el camión, la manguera está rota o la ambulancia no arrancó.
De modo que toda esta situación puede cambiar sólo si los ciudadanos muestran interés y le exigen a las autoridades incluir a los bomberos en los planes de inversión anual, si los consejos comunales además de pedir asfalto, canchas deportivas y policías, también reclaman contar con bomberos bien equipados.
Si los venezolanos entendemos la importancia de estar protegidos frente a emergencias y desastres, de saber primeros auxilios antes que pararnos firmes en Instrucción Pre Militar, si llega el día en que la cultura de la prevención se practique más allá de la utopía, será entonces cuando los bomberos dejen de dar lástima.
“Si a la vida le pusiéramos precio, ¿Qué valor tendrían las de quienes se dedican a salvar vidas?”, Noel Rodríguez.
Cuando los bomberos dejen de dar lástima 2
Carlos Jesús Gómez

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