Nuestros bomberos por 123 años
No solamente elogios tienen que recibir siempre, sino respaldos concretos, logísticos y económicos.
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Sábado, 26 de Noviembre del 2011
Cuando algunos pensaban que ser bombero era algo obsoleto, propio del pasado, hace unos años el famosísimo grupo musical “Sexual Democracia” impactó e hizo bailar a todo el país, reencantándonos con esa idea. “¡Vivan los bomberos!”, coreaban, detallando en ese superéxito porqué había que agradecerles y reconocerlos. Ha llegado el momento en el cual, una vez más, la comunidad local tiene un deber cívico: saludar al Cuerpo de Bomberos, nacido generosamente hace ya 123 años y que sigue manteniendo incólume aquella serie de principios, aunque modernizando su gestión y su material, además de capacitarse para afrontar nuevos desafíos.
La Primera Compañía de Bomberos celebró su 123º aniversario, con una sobria ceremonia en el Cuartel General, que sigue siendo, a su vez, su propio cuartel. Ese noble edificio, golpeado por el pasado megaterremoto, les ayuda a guardar su espíritu de servicio y abnegación, como una moderna unidad de rescate integral. Así como Sexual Democracia nos hizo revalorizar a nuestros “caballeros del fuego”, esta efeméride nos convoca a conocer o rememorar antecedentes de aquella fundación, a sólo años de que naciera la Primera Compañía de Bomberos de Chile, en Valparaíso.
Hubo una reunión preparatoria, el 15 de noviembre de 1888. Se conformó una comisión, integrada por Ricardo Amat, Faustino Martínez y Juan Pablo Altamirano, como vocales, y Abraham Ríos Madariaga, como secretario. Un par de días después, la prensa local convocaba “al pueblo de Los Ángeles” a reunirse, ese histórico 23 de noviembre, en el hotel Comercio, en la sesión que daría inicio a esta trayectoria sobresaliente entre las instituciones de la zona.
El primer directorio lo integraron Roberto Badilla, presidente; Fernando Chuecas, secretario; Marcos Fuentealba, tesorero; y como directores, Manuel Ramírez, Constantino 2º Navarrete, Marcos Latapia, Luis Bessier, Liberato Espinoza, Heriberto Brito y Leoncio Fuentealba. Merecen nuestro mayor reconocimiento, por esa decisión de asumir la tarea, no fácil, pero necesaria y comprometedora. Y, como ahora, con la presencia femenina en la institución, incluso como voluntarias en plenitud –ecos de la modernidad- en aquel entonces, época fundacional, ese directorio tuvo la fluidez para gestionar, debido a la efectiva compañía del comité de damas, entre las que la historia recuerda a Amelia Luco de Vergara, Liduvina Ruiz de la Maza, Jesús Ruiz de Ríos, Mercedes Riquelme de Vela, Rosario Sorondo de Guzmán, Magdalena Pantoja de Lagos, Mercedes Gilabert de Zúñiga, Mercedes Badilla de Anguita, Lindolfa Concha de Navarrete, Lucila Vela de Ramírez, Mercedes Padilla de Badilla, Elena Casanueva de Zenteno, María Félix Novoa de Brito, Rosenda Matus de Benavente, Adelaida Gómez de Contreras, Natividad Fernández de Tapia, Laura Rubio de la Fuente, Corina González de Gómez, Celia Silva de Soto Aguilar y Carmela Infante de Infante. Fueron las encargadas de la recolección de fondos, tarea ardua pero que supieron llevar a buen final. Así, se consolidó esa pionera compañía. Como ahora, además de los directivos y los respaldos, no deben fallar los voluntarios y la oficialidad. La primera fue elegida el 22 de abril de 1889: director Manuel R. Ramírez; capitán, Luis Dávila; secretario tesorero José Virginio Gómez; teniente 1º Liberato Espinoza; teniente 2º Abraham Ríos Madariaga; ayudante, Francisco Rioseco; además de la junta de disciplina, integrada por Leoncio Fuentealba, Marcos Fuentealba, Ricardo Amat y Constantino Letelier. Esas personas, además de los primeros voluntarios que han quedado en el anonimato, dieron la partida a esta institución, una de las más nobles y reconocidas de la comuna.
Hoy, con nueve compañías, de las cuales dos son del sector rural, el Cuerpo ha crecido notoriamente. Su capacitación también, debido a desafíos emergentes, como el transporte de líquidos peligrosos, accidentes vehiculares y edificios en altura, entre otros. Sin embargo, siguen siendo “caballeros del fuego”, impronta que los marca y que debe convocar siempre a la comunidad a apoyarlos, algo que, lamentablemente, se olvida con demasiada facilidad. Este año, la celebración será extremadamente austera. La falta de recursos pena. Por ello, no solamente elogios tienen que recibir siempre, sino respaldos concretos, logísticos y económicos. No para ellos, sino para nuestra propia seguridad, de nuestros bienes y nuestras vidas.
La Primera Compañía de Bomberos celebró su 123º aniversario, con una sobria ceremonia en el Cuartel General, que sigue siendo, a su vez, su propio cuartel. Ese noble edificio, golpeado por el pasado megaterremoto, les ayuda a guardar su espíritu de servicio y abnegación, como una moderna unidad de rescate integral. Así como Sexual Democracia nos hizo revalorizar a nuestros “caballeros del fuego”, esta efeméride nos convoca a conocer o rememorar antecedentes de aquella fundación, a sólo años de que naciera la Primera Compañía de Bomberos de Chile, en Valparaíso.
Hubo una reunión preparatoria, el 15 de noviembre de 1888. Se conformó una comisión, integrada por Ricardo Amat, Faustino Martínez y Juan Pablo Altamirano, como vocales, y Abraham Ríos Madariaga, como secretario. Un par de días después, la prensa local convocaba “al pueblo de Los Ángeles” a reunirse, ese histórico 23 de noviembre, en el hotel Comercio, en la sesión que daría inicio a esta trayectoria sobresaliente entre las instituciones de la zona.
El primer directorio lo integraron Roberto Badilla, presidente; Fernando Chuecas, secretario; Marcos Fuentealba, tesorero; y como directores, Manuel Ramírez, Constantino 2º Navarrete, Marcos Latapia, Luis Bessier, Liberato Espinoza, Heriberto Brito y Leoncio Fuentealba. Merecen nuestro mayor reconocimiento, por esa decisión de asumir la tarea, no fácil, pero necesaria y comprometedora. Y, como ahora, con la presencia femenina en la institución, incluso como voluntarias en plenitud –ecos de la modernidad- en aquel entonces, época fundacional, ese directorio tuvo la fluidez para gestionar, debido a la efectiva compañía del comité de damas, entre las que la historia recuerda a Amelia Luco de Vergara, Liduvina Ruiz de la Maza, Jesús Ruiz de Ríos, Mercedes Riquelme de Vela, Rosario Sorondo de Guzmán, Magdalena Pantoja de Lagos, Mercedes Gilabert de Zúñiga, Mercedes Badilla de Anguita, Lindolfa Concha de Navarrete, Lucila Vela de Ramírez, Mercedes Padilla de Badilla, Elena Casanueva de Zenteno, María Félix Novoa de Brito, Rosenda Matus de Benavente, Adelaida Gómez de Contreras, Natividad Fernández de Tapia, Laura Rubio de la Fuente, Corina González de Gómez, Celia Silva de Soto Aguilar y Carmela Infante de Infante. Fueron las encargadas de la recolección de fondos, tarea ardua pero que supieron llevar a buen final. Así, se consolidó esa pionera compañía. Como ahora, además de los directivos y los respaldos, no deben fallar los voluntarios y la oficialidad. La primera fue elegida el 22 de abril de 1889: director Manuel R. Ramírez; capitán, Luis Dávila; secretario tesorero José Virginio Gómez; teniente 1º Liberato Espinoza; teniente 2º Abraham Ríos Madariaga; ayudante, Francisco Rioseco; además de la junta de disciplina, integrada por Leoncio Fuentealba, Marcos Fuentealba, Ricardo Amat y Constantino Letelier. Esas personas, además de los primeros voluntarios que han quedado en el anonimato, dieron la partida a esta institución, una de las más nobles y reconocidas de la comuna.
Hoy, con nueve compañías, de las cuales dos son del sector rural, el Cuerpo ha crecido notoriamente. Su capacitación también, debido a desafíos emergentes, como el transporte de líquidos peligrosos, accidentes vehiculares y edificios en altura, entre otros. Sin embargo, siguen siendo “caballeros del fuego”, impronta que los marca y que debe convocar siempre a la comunidad a apoyarlos, algo que, lamentablemente, se olvida con demasiada facilidad. Este año, la celebración será extremadamente austera. La falta de recursos pena. Por ello, no solamente elogios tienen que recibir siempre, sino respaldos concretos, logísticos y económicos. No para ellos, sino para nuestra propia seguridad, de nuestros bienes y nuestras vidas.
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