Ese era “Rochi”, un cobrador Dorado, que murió de manera trágica, el pasado jueves. Nadie pudo hacer nada para salvarle la vida. Un automóvil lo arrolló en la salida de la carretera México-Cuernavaca. Fin trágico de un perro que en no pocas ocasiones estuvo dispuesto a sacrificar su vida por ayudar a otros.
Ese fue “Rochi”, que desde hace algunos años pertenecía al Grupo de Perros de Búsqueda y Rescate de la Universidad Nacional Autónoma de México, y que no hace mucho le había dado su “carta de retiro”. “Rochi” se había jubilado, luego de una azarosa vida.
El día que fue atropellado alguien lo vio y trató de auxiliarlo, pero sólo atinó a cubrirlo con una manta y colocarle un poco de leche y un puñado de croquetas. Así encontraron a Rochi, agonizante.
Tras localizarlo, fue enviado al Centro Veterinario México, donde trataron de salvarlo; sin embargo, dejó de existir. Ahí quedaba una vida llena episodios heroicos, muchos de ellos, hace casi un año, cuando participó en acciones de rescate de alto riesgo en Japón.
Hasta el Presidente de la República reconoció su esfuerzo y lo invitó a estar junto a él en un acto público en el Zócalo, con motivo del Día Nacional de Protección Civil.
Julio Velázquez, coordinador del grupo de expertos en rastreo y auxilio de la UNAM, narró la historia de los últimos momentos que pasaron los miembros de la unidad con Rochi, que todavía asistió a un entrenamiento el sábado anterior. “Fue un perro increíblemente valiente”, recuerda Julio.
Era un perro singular y dedicado a su trabajo. En 2004 estuvo en la emergencia que causó la crecida del Río Bravo, en la zona de Piedras Negras y Villa de Fuentes, en Coahuila.
Era un perro que se movía en todos los terrenos, conocía muy bien la zona del Ajusco y los bosques de Magdalena Contreras, en los alrededores del Valle de México, donde con frecuencia se requerían sus servicios de localización de personas.
Dio apoyo al poblado de Natory, en la zona norte del archipiélago japonés, y que fue destruido por la fuerza del tsunami. Esa fue una de sus últimas misiones.
En ese país, “Rochi” encontró cinco cuerpos en una zona ubicada a 80 kilómetros de la planta nuclear de Fukushima, donde se registraron explosiones después del embate de la naturaleza.
Para llegar a los restos humanos, el perro puso en juego sus habilidades, ya que las construcciones japonesas, hechas en gran parte de madera, ponían en peligro su integridad física, pero llegó a los lugares más recónditos, en donde con ladridos alertó a su manejador sobre la presencia de personas heridas y sepultadas.
Julio destacó la “entrega y buena voluntad” de Rochi, que durante años los acompañó a lugares a los que muchas personas no se atreverían a acercarse.
Con la muerte de Rochi, lamenta, se va un personaje que dedicó su vida a ayudar a los demás.
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